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Marcela Filippi: “Pocos saben escuchar la opinión de los demás; no comprenden que quién piensa diferente, no es un enemigo”
2015/01/19

Marcela Filippi junto al poeta y periodista Miguel Veyrat en Sevilla.

 

Manuel Carmona Rodríguez

Conversamos con la traductora, editora y, sobre todo, mujer comprometida que sabe las dificultades que la vida presenta a cualquier persona, y nos habla con la mente, el espíritu y la conciencia despiertos y transparentes.
Con una sinceridad y honradez que para quien esto escribe es ejemplar, Marcela Filippi, italo-chilena, nos ofrece su visión sobre circunstancias propias y ajenas que afectan a la convivencia cotidiana. Lo hace como una europea, hispanoamericana y occidental dispuesta a escuchar a hombres y mujeres de otros pueblos de Asia y África, y crítica con los errores de nuestra civilización.
Estamos ante una persona que mira la biografía propia, del otro y de los demás, analizando los porqués de las trayectorias, por ejemplo, de los poetas que ha reunido en Buena letra. Antología poética 2 (Commisso Editore). Versos llenos de vida, de experiencias vitales, de ambos lados del Atlántico Iberoamericano y publicados en edición bilingüe en italiano y español.
Cuando vuelvo a escuchar las reflexiones de Marcela, se me viene su voz pausada, profunda y sensibilizada que nos leía en el Paraninfo de la Universidad de Sevilla, o a quien escuchaba en gravísimas tertulias el pasado invierno en compañía de su familia. Espero que ustedes, queridos lectores de Rick´s Café también puedan gozar e imaginar la voz de Marcela…

Marcela, por qué leías a escondidas poesía.
Porque me decían que leía estupideces y también porque los adultos no comprendían la razón por la cual yo tenía tanto interés por algo que a ellos les parecía totalmente inútil; con el silencio protegí mis emociones. Y así continué por muchos años.

Con quiénes te fue posible comenzar a compartir lecturas poéticas y tertulias sobre la vida.
Cuando tenía 18 años, me fui a trabajar como dama de compañía de un viejo general que vivía cerca de la facultad de idiomas. El general Figari (85 años), un doctor militar muy culto, había conocido a Karen Blixen en Africa. Tengo recuerdos maravillosos de aquel hombre. Con él comentaba mis lecturas, mis estudios, y mi vida; en realidad para mí él fue amigo, abuelo (el que nunca conocí), maestro y confidente.
Las conversaciones más hondas sobre la vida las he tenido con él y con una amiga que muriòó el año pasado (Lina 87 años). Nunca conocí a mis abuelos, debe ser por eso que los he buscado en estas personas que para mí, han representado tanto.

Qué llevas aprendido de la vida, leyendo, traduciendo y escribiendo.
Cuando leo, entro en contacto con el mundo -visto y descrito por otros ojos- más mi imaginación y mis emociones traducen esas imágenes en sonidos íntimos que sólo yo puedo sentir. La traducción tiene muchos significados, pero para mí  es un acto de amor y de rebeldía a la vez. Los autores me entregan emociones primero que nada, me susurran sus vidas en sus poemas. Nunca dejo de considerar este detalle; por eso reflexiono mucho antes de traducir, jamás lo hago con superficialidad.
Escribir es algo mágico, nadie me pone límites. Escribo sobre mi mundo interior y exterior. A través de la escritura dibujo mi vida pasada, presente y futura, exorcizo mi dolor, mis miedos, me siento libre.
La lectura, la traducción y la escritura, las tres cosas combinadas me ayudan a construir equilibrio y armonía en mi vida; me lo pide mi cuerpo y mi mente.

Qué reflexiones haces de antologar a poetas de numerosos países y de dos continentes.
Voy estudiando los autores de los países que deseo incluir en la antología. Lo he dicho en varias ocasiones, mi sueño es llegar a crear una unión poética entre Hispanoamérica, España, Portugal e Italia. Cuando selecciono los poemas, lo último que hago es pensar: deciden mis emociones.

Por qué es América un continente dormido.
Habría mucho que decir. Yo diría más bien, un continente poco entendido, abusado, usado, despojado de sus riquezas: tierras fértiles, culturas que no tienen nada que envidiar a la vieja Europa. Es el símbolo de las injusticias que el mundo democrático ha infligido a millones de personas, donde por voluntad de un presidente de América del Norte Richard Nixon, y su Secretario de Estado así como Consejero de Seguridad Nacional, Herry Kissinger, fue aprobado el Plan Condor para eliminar la oposición en  los países de Hispanoamérica. A Kissinger le fue otorgado el Premio Nobel de la Paz, y  a pesar de la controversia sobre su figura, el premio sigue en sus manos. Es un continente herido durante siglos por muchos abusos, y sus problemas no son fáciles de resolver: corrupción, violencia contra las mujeres, infancia no protegida, asesinatos, caos social, saqueos, pobreza, miseria. Más que dormido, lo definiría aplastado por intereses externos.

Qué podemos aprender de quien llega ignorante a viejo.
La sabiduría, que es el conocimiento que se aprende viviendo según una honda experiencia de vida. Pero la ignorancia  -en mi opinión- no es cosa buena hoy como hoy, ni nunca. La sociedad moderna no deja espacio a los ignorantes; es necesario saber para no terminar aplastados por las trampas de un sistema que parece muy bien estudiado por mentes extraordinariamente superiores a la media y extremamente diabólicas.

Al leer y releer el poema de Olalla Castro “El profesor” me he confirmado una vez más en una revolución pendiente y necesaria, justa y pacífica, la de la educación emocional y sentimental. Hace ya dos siglos del Werther de Goethe, pero ese modelo equivocado de relación o de deseo de relación sigue teniendo adeptos. Cómo se supera.
La literatura siempre ha influido en la forma de experimentar, y de vivir el amor; nunca me encontré de acuerdo con esta forma de vivirlo. Werther sigue representando esa fragilidad que se produce en momentos en que no hay libertad de elección. Ese magnífico libro, que constituyó una verdadera ruptura en su época, las figuras de Albert y de Werther son precisamente el conflicto entre la racionalidad y  la pasionalidad; ¿cuál es la más importante?
Ese modelo enfermo y equivocado, se supera con una buena educación sentimental. Una persona no puede dejar de vivir por amor a otra persona. Enseñar a dominar los estados emocionales excesivos, que producen daños a quien los vive.
El amor es un tema difícil de tratar, porque cuando nos enamoramos, tenemos la convicción de que la otra persona, solamente ella, nos puede dar una felicidad absoluta, llenando ese vacío que llevamos desde el nacimiento, y que nos acompañará hasta la muerte: una herida existencial que nadie podrá jamás sanar. Los sentimientos extremos pueden despertar en las personas más frágiles una fuerte atracción hacia la muerte. Siempre ha habido una estrecha relación entre el amor y la muerte; para alejarlas es necesario tomar conciencia de que somos seres imperfectos e incompletos, y desde allí construir una vida lo más posible equilibrada.
En lo personal, puedo decir que dejé de pensar que para amar hay que sufrir; al contrario -aunque pueda resultar extraño lo que afirmo-, estoy convencida de que se puede amar con equilibrio, y hasta con serenidad, si somos honestos con nosotros mismos. Es muy importante saber elegir la persona que comparta nuestro sentir. Amar es un acto de generosidad, y no -como muchos creen- solamente porque se entrega la desnudez del propio cuerpo, mas lo que es aún más importante, algo aún más íntimo, los propios pensamientos. ¿Qué hay de más íntimo en nosotros? ¡Nada más!
A mi hijo que está viviendo su plena adolescencia, le digo siempre, que sus sentimientos son muy importantes, pero también los de las otras personas; que los sentimientos si no coinciden, no se pueden imponer. Es  doloroso, pero es la verdad. Es sano y necesario comprenderlo desde una edad temprana.

Entre los temas de esta Antología, aprecio la vida como un camino con sus múltiples trayectorias y la búsqueda de varios de los poetas por trascender tras la muerte. ¿Qué análisis haces de esta valentía de mirar de frente a la muerte?
La muerte no se puede ocultar, porque se produce de un modo u otro: vejez, enfermedad, un trauma violento. Tener que sufrir para morir, es la única cosa que no me encuentra de acuerdo con la muerte. No es una novedad, ni una sorpresa, mas una etapa de la vida: su fin (para quien como yo no cree, ¡obvio!). No se puede vivir con el terror a la muerte, porque es como renunciar a vivir.
Los poetas, a través de la poesía, simulan el momento de la muerte, y van más allá, la enfrentan, hacen que parezca real en los poemas, y lo hacen vivir también al lector. Es terapéutico hacerlo -creo- porque así los versos se transforman en fórmulas para expulsar ese demonio que -en mi manera de ver- no es el espíritu sobrenatural que encarna el mal, mas el terror a la muerte que nos domina desde siempre sin preguntarnos el porqué. El poeta, la teme, la llama, la respeta, la insulta en un enfrentamiento violento y directo, y termina casi por neutralizar sus efectos… por un tiempo; ¡es una lucha constante!

Entre las vivencias que como editora tienes, está la de viajar desde Italia a diferentes países de Europa y América. Desde tu perspectiva, qué hemos de hacer para mejorar la vida cotidiana de nuestro tiempo.
En Hispanoamérica y en muchos países de Europa la familia se ha convertido en un campo de batalla, causando muchas víctimas. Es en el hogar donde se producen las primeras injusticias y la vida cotidiana no se puede mejorar sin justicia. Falta, en general, conversación, respeto por los niños, por los ancianos; el respeto en general, falta voluntad política y privada de desarrollar capacidad intelectual, moral y afectiva. Pocos saben escuchar la opinión de los demás; no comprenden que quién piensa diferente, no es un enemigo. Volver a luchar por una identidad real, por justas causas, pero hoy me parece que reina el materialismo y los valores importantes se han perdido. Lo que me preocupa es que el mundo está siempre más gobernando por la tecnología, que ha tenido la formidable capacidad de crear una lengua que el mundo entero comprende, sin haberla estudiado. Producción y conocimientos tecnológicos son las políticas prioritarias de los países. La indomable tecnología ha cambiado las costumbres; no existen momentos de silencio porque hay siempre algún aparatito electrónico chillando e iluminando nuestras horas de día y noche. Se ha creado mucha distancia entre las personas cercanas, mas -paradójicamente- proximidad entre aquellas lejanas; parece ser un perverso juego en el que la gente, al final, termina por no encontrarse nunca. Yo, por ejemplo, hablo más con personas que viven en otros continentes, que con amigos que viven en mi misma ciudad o en mi barrio. Esto me hace dudar mucho sobre el futuro de nuestro hijos. Todo eso y mucho más nos impide de mejorar la vida cotidiana de nuestro tiempo.

Sobre qué te gustaría hablar que no hayamos hablado.
Quisiera hacer una reflexión final.
Como madre, estoy  convencida de que podemos hacer mucho para mejorar la vida y los valores de las generaciones futuras sin esperar que sean otros los que lo hagan. No debemos dar el poder, ni la responsabilidad a nada ni a nadie para que ejerzan el rol de educadores sin control. Los hijos son los que realmente sufren los daños de nuestras faltas.