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Diario de un embarazo (8)
2015/06/15

 

Antonella Yllana


Acordamos sacar sangre de mi brazo. Consigo ahora entender el estado del mundo. Todas las personas nacen de mujeres embarazadas y el embarazo no es un juego. No estoy teniendo las famosas crisis de vómitos, pero puedo entender perfectamente como este estado puede hacer a alguien vomitar sin parar. Es como estar en un barco en un día de mar revuelta, con fuerte marejada. Esto no es necesariamente malo. Adoro estar en el mar cualquier día. Hay una sensación de aventura y grandiosidad.

Pero también hay momentos que dan ganas de estar en tierra firme de nuevo, que el mundo pare de balancearse. Porque este barco parece que nunca va a parar.

Por un lado, pienso en el grado de encarcelamiento del sistema biológico: crecer y comenzar a emperifollarse para agradar a los machos, para follar y ser follada en los montes hasta quedar embarazada para dar continuidad a la producción en masa de personas estúpidas que destruyen todo y comen pipas frente a la televisión. Es de una idiotez atroz.

Y, por otro, está claro que es fantástico. Es una ingeniosidad absurda. Con toda su falta de sentido, es una maravilla que la posibilidad de la vida se manifieste con infinitas formas.

Miro para mi interior y percibo fluctuaciones de humor intensas provocadas por una armonía que apenas se manifiesta en el cuerpo durante el embarazo. Detesto y adoro todo esto. No me resta nada lo uno de lo otro y de hacerme sentir como si estuviera en una montaña rusa.

Entonces, ¿es esto ser plenamente persona? ¿Es esto ser mujer? ¿Cómo no tener compasión por esta condición?

Traducción de Manuel Carmona