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Un lugar para disfrutar de la vida
Baamonde, una jornada inolvidable
2014/11/11

Los rayos del Sol entrando por el bosque gallego.

Manuel Carmona Rodríguez

La madrugada ha estado presidida por el descanso de los peregrinos y algunos sonidos en Dolby surround del ronquido. Iñaki, cual Quijote sanchopancesco, incluso desesperado ha lanzado la almohada con poco acierto. Antonio ha decidido tomar el colchón y dormir en la zona común entre habitaciones. Al final, todos hemos podido descansar.

No ha salido el Sol y los primeros peregrinos en solitario o en pequeños grupos nos vamos acicalando, preparando las zonas del cuerpo con las huellas del Camino y los pies. Comenta María José la presencia de una peregrina oriental, llegada desde Australia, y que va haciendo el Camino consigo misma.

Mochilas al hombro, palabras y miradas con las que nos deseamos ¡Buen Camino!, y un primer desayuno antes de comenzar a caminar. Afortunadamente los amigos granadinos portan en su vehículo mi mochila otra jornada más, otro día en que la tendinitis en mi tendón rotuliano no dará señales. ¡Cuánto lo agradezco!

Esta es otra jornada de menos de veinte kilómetros, muy similar a la del día anterior en cuanto a distancia y dificultad, lo cual se agradece tras la ya acumuladas. Cuando aún no ha amanecido, me adentro en el bosque a las afueras de Vilalba y de pronto un ciervo se me cruza a unos veinte metros de distancia. Ha saltado desde el lado izquierdo y se queda durante unos segundos en mitad del trayecto. Continuó caminando mientras contemplo la belleza del animal en la oscuridad que busca ser luz de la mañana. Pienso y siento cómo él me observa. Poco después da unas zancadas y salta hacia el lado derecho del bosque. Ha sido poco tiempo el que he podido visualizarlo, sin embargo, ha sido bello y emocionante. Una de esas hermosas sorpresas que te brinda el Camino.

Va amaneciendo y me uno a Iván, un español de Cataluña que tiene larga experiencia haciendo rutas de senderismo, y con quien mantengo una agradable y profunda conversación. Me habla de la ciudad en la que vive, de su trabajo en una empresa que tiene como cliente a los reconocidos internacionalmente laboratorios Grifols. Me comenta que tiene amistad con una escritora del Levante español. Hablamos del amor en pareja en nuestro tiempo y de las dificultades que hay que vencer a diario para intentar llevarlo a buen puerto. Departimos sobre el mundo del deporte. Son muy gratos los kilómetros que recorro en compañía de Iván hablando sobre las circunstancias de la vida mientras sentimos la salud, la energía y la belleza de los bosques y valles que vamos atravesando. Las montañas son por esta zona más bajas que las que hemos recorrido en otras etapas.

Antes de atravesar un tramo de carretera nacional que separa el valle, nos paramos a tomar un nuevo desayuno más copioso. Allí, en el agradable bar de carretera en que nos detenemos, nos reunimos con Iñaki, Jorge, Javi, Lola, Bill, … El tobillo de Jorge cada vez está mejor. Montse también va notando mejoría en su tobillo. Mi rodilla por ahora tampoco ha dado señales de dolor hoy. Otro motivo para la celebración.

Llegamos antes de la una de la tarde al extraordinario albergue de Baamonde. Vamos haciendo cola. Será otra jornada en la que no habrá problemas de estancia para los peregrinos. La gente comienza a hallar nuevas cuotas de relajación. Es una bellísima construcción de piedra de la tierra. Cuenta con un bien cuidado jardín con césped y un porche que recorre toda la fachada principal con columnas y techos de madera. En ese porche viviremos la mayor parte de los peregrinos una hermosísima tarde de camaradería. Lloverá, y la lluvia dotará de su encanto a las escenas y vivencias que se irán sucediendo. La magia comienza a desarrollarse desde el momento en el que nos registramos, cada uno va cogiendo su cama, duchándose y haciendo otros menesteres, y se decide hacer un arroz.

Miguel y María se pondrán mano a mano en la cocina, y rato después lo saborearemos. Alguno de nosotros comenta que el salón del albergue con su chimenea invita a regresar en otoño o invierno cuando el fuego de la leña se convierte en compañero de quienes gozan con una buena tertulia. La del almuerzo es otra más, y tras recoger entre todos, cada uno decide ir viviendo el primer rato de la tarde a su manera. Decido echarme un rato, aunque ando en estado de duermevela. Algo de algarabía me llega desde el porche. Y, de pronto, escucho la voz alegre de Miguel que entra al interior del albergue y pregunta a los dos adolescentes alemanes ¿si han almorzado?

Allí que se pone Miguel a cocinar para ellos con el cariño de un amigo que podría ser el padre de los dos. Mientras visualizo la escena que se está produciendo en la planta baja, me quedo en la cama unos minutos pensativo y decido unirme a la fiesta que se está viviendo en el porche. Suenan guitarras españolas, se escuchan voces en español, francés e inglés que se van sucediendo. Los rostros y ojos de unos y de otros reflejan alegría, paz y emociones. Y, de pronto, dirijo mi mirada hacia Luis que está sentado a unos cinco metros a la diestra de Campos y de mí, y veo cómo sus pupilas y cara están emocionadas mientras escuchamos cantar a David, un gentil y bohemio peregrino francés. Canta David una canción de amor, y Luis revive a su amor. Ella hace unos meses que se fue a la vida perdurable tras batallar contra la cruel enfermedad como una heroína durante años. Ella está allí. Luis siente a su amada, mientras el hijo de ambos anda en Alemania mejorando su alemán y viviendo las vacaciones. En unos días, padre e hijo se reencontrarán en Madrid, la familia sentirá así su fortaleza. Ella está con ellos.

Una parte del grupo de peregrinos en un momento de aquella tarde.

Esta tarde los peregrinos la vivimos formando una pequeña comunidad. Cada uno, cada pareja, cada pequeño grupo, viviéndola con su libertad personal, respetando la libertad interpersonal y grupal. Cada una de esas personas y realidades siendo ellas mismas, y todas siendo capaces de convivir en sociedad. Habemos españoles, al menos un norteamericano, la coreana, alemanes, franceses, belgas, italianos, …

Esa noche en una ciudad de Gales, Cárdiff, dos equipos españoles que han ganado la temporada previa los títulos europeos de fútbol se juegan la Supercopa de Europa. Pensaba en un principio verlo antes de la cena, habríamos sido madridistas, sevillistas, y aficionados de otros equipos compartiendo un rato agradable. Sin embargo, dejo que el azar intervenga cuando el bar en el que iba a cenar veo que está cerrado. Me encamino a otro, un restaurante gallego rural, y me siento a cenar. Allí me reencontraré con Mark, el estadounidense con quien había coincidido en Lorenzana. Me invita a unirme a su mesa, y allí que cenamos en agradable tertulia con el inglés como lengua de comunicación.

Al día siguiente nos espera a todos los peregrinos la etapa más larga del Camino Norte, nos separan 41 kilómetros hasta Sobrados dos Monxes.