Matthewfragel
Vaya por delante que creo en la capacidad de gestión del sector público. Considero que, en líneas generales, si no responde mejor a ciertos desafíos no es por exceso sino por defecto de medios. También creo en la capacidad del Estado para nivelar las naturales desigualdades del mercado (que a menudo parten de desigualdades de origen, aunque eso no se suela explicar. En ese sentido, les animo modestamente a la lectura de Armas, gérmenes y acero, del antropólogo estadounidense Jared Diamond. Lo acabo de disfrutar y es tan entretenido como certero). En fin, que no encontrarán en mi casa ningún altar dedicado a ciertos economistas de Chicago. Tengo incontables querencias, pero las liberales no están entre ellas.
El caso es que se ha puesto de moda la palabrita. Entre otras aportaciones de cierto partido emergente al neolenguaje postmoderno, “casta” es una de las más exitosas. Se lee por ahí que Beppe Grillo ya empleaba el concepto hace un par de lustros, pero en cualquier caso la versión patria goza de una popularidad notable. Aunque parece sufrir cierta polisemia, parece que su significado vendría a ser similar al de otro concepto más fino pero igualmente in (el de las élites extractivas de Daron Acemoglu). Pero como apenas he leído del tema, me remito a lo seguro:
casta. (Der. del gót. kastan; cf. ingl. cast) f. […] 3. En algunas sociedades, grupo que forma una clase especial y tiende a permanecer separado de los demás por su raza, religión, etc. [DRAE, 23ª ed.]
Hasta aquí, todo correcto. Se puede sostener que el fenómeno está más o menos extendido o es más o menos representativo, pero parece apropiado que el palabro en cuestión se pueda aplicar a aquellos inútiles que han hecho de la baja política su profesión. Esos que saltan de componenda en componenda impulsados únicamente por la catapulta de un carné.
Ahora bien: ¿son los únicos? ¿es esta cualidad zangandunga y aborregada exclusiva de lo que conocemos por clase política? Al fin y al cabo, hablamos de gente que pone su nombre e incluso su cara en un cartel electoral. Es cierto que para figurar o no en una lista influye mucho más la fidelidad que el talento, pero el favor del líder es por naturaleza veleidoso: tarde o temprano se pierde. Y entonces o se cambia de líder o se pierde el pesebre.
Así que me pregunto, en voz alta y con ánimo de tocar las narices. ¿No hay acaso una casta funcionarial? ¿No es menos cierto que en ciertas administraciones el trabajo bien hecho depende más de la voluntad individual de los trabajadores públicos que de su adecuada fiscalización y control? ¿Es falso que, al calorcito de según qué Ministerios o abrigados por la mullida colcha de según qué Cabildos duerme plácidamente una satrapía de ineptos y caraduras? Minoritaria, es cierto, pero indestructible.
¿De esta casta de libro, oh San Pablo, también has venido a liberarnos?
Matthewfragel es el seudónimo del periodista Daniel Martín Gómez que publica en el blog colectivo https://siempreenmedio.wordpress.com