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Diario de un embarazo (17)
2016/02/01

 

Antonella Yllana

Hoy he sabido el resultado de la biopsia. El bebé está sano y es un niño. Florencio -mi pareja- lloró cuando yo le conté la novedad por Skype.

Fue una pequeña sorpresa. No solamente para mí, también para otras personas, amigos y familiares, que estábamos inclinados a creer que sería una niña. Después de algunas discusiones, mi marido y yo llegamos al consenso de que lo llamaremos Florencio Mahal, o El Nacimiento del Amor. Florencio, porque se trata de una tradición de la familia de mi marido que los niños sean llamados como su padre. Nuestro hijo será el quinto Florencio de la familia. Mahal, porque significa amor en filipino, y a ambos nos gusta la palabra, aunque también pensamos inicialmente que sería el nombre de una niña. Entretanto, me parece un nombre perfecto para ambos sexos.

Me resisto un poco a adoptar la tradición de los nombre heredados y también al ritual del bautismo católico, que la familia de él desea hacer. Encuentro que tiene cierto peso cargar con el nombre de nuestro padre, aún más cuando este nombre ha pasado de padre a hijo durante varias generaciones. La palabra Karma en sánscrito significa acción, por tanto el movimiento que supone cargar tanto con su causa como con sus resultados. Al reflexionar sobre esto, tengo la sensación de que los nombres heredados ya traen su propio Karma. En cuanto al bautismo católico, fui bautizada hace unos pocos años para poderme casar con mi pareja católica por la iglesia. No me considero una católica practicante, pero después de la peregrinación a Santiago de Compostela pasé a tener una fuete fe en la simbología de la Virgen. Por un lado, estoy a gusto de haber podido hacer esta elección ya como mujer adulta. Al final, una religión nunca debería ser una imposición. Y, por otro, sé que un bautizo es generalmente apenas un acto simbólico que no convierte a nadie ipso facto. 

En fin, se trata de decisiones complicadas que hubiera preferido no haberlas tenido que hacer. De la misma manera, que siempre cuestioné el hecho de que la mujer tuviera que adoptar el apellido de su marido. Sé que hoy en día algunos hombres adoptan el nombre de las esposas, lo que considero una acción admirable, muy simbólica y fantástica. Personalmente, considero que lo suyo sería que el hombre y la mujer elijan un nuevo nombre para la propia familia, independientemente de los orígenes. No obstante soy consciente de que es necesario hasta cierto punto agradar y pagar el tributo a los ancestros, como también no es posible negar la influencia de éstos tanto en lo positivo como en lo negativo, en aquello que somos o dejamos de ser. Siendo así, también en eso cedí, y adopté el nombre de mi marido, pues conseguí ver en esto una acción amorosa, aunque me entristezca que sea considerada la norma y siempre sea unilateral.

O sea, tengo algunos meses para decidir que hacer en relación a esas cuestiones delicadas e indigestas.

Nuestras constelaciones nos hablan sobre la posibilidad de un campo morfogenético que permite a las personas sentir aquello que ocurre a unas y a otras sin que sepa ello conscientemente. Lo acredito. El maestro de mi acupuntura dice: Baila con el demonio y te convertirás en un demonio. Pienso en estas líneas invisibles que conectan a las personas y que nos permiten relacionarnos como humanos y esto se manifestará en el hijo. Mi casamiento me hace vivir los mejores y los peores momentos de mi vida. Ahora embarazada, llevo en mi vientre el fruto de mis elecciones. Sé que será un gran aprendizaje. Por eso ya ahora: me siento agradecida. Y la vida está naciendo de la vida.