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Un lugar para disfrutar de la vida
Problemas mundiales que tienen solución (1)
2016/02/01

 

Manuel Carmona Rodríguez

 

En las últimas tres décadas una de las circunstancias que más está sufriendo, que más está en precario, es la relación de amistad entre hombre y mujer. Esta realidad que había alcanzado un grado de plenitud a lo largo de la década de los años treinta del pasado siglo, en buena medida por haber sido capaces unos y otras de aprender a relacionarse y convivir a diario con empatía, viene viviendo un periodo de empobrecimiento. Para aprender de ello os animo a leer el libro 1º de Las Memorias de Julián Marías Una vida presente. En aquella época, se combinaron con acierto, sensibilidad y elegancia el pensamiento y la acción para hacerlo posible. Se desarrolló el respeto, la empatía y la admiración mutuas.

En la España de finales de los años setenta y de los ochenta era normal que niños y niñas fuéramos juntos a la guardería, al colegio, al instituto y a la universidad. En buena medida esto sigue ocurriendo hoy. Los centros públicos, concertados y privados -con solo unas excepciones minoritarias- permitían esta convivencia a diario. Resultaba grato y enriquecedor. Ocurrían momentos de tensión o alguna disputa, pero salvo caso raro que era necesario abordar y solucionar -y así se hacía-, nada que no fuera posible superar ni que fuera a más. Cosas de chiquillos que entre ellos solucionaban para bien o con la ayuda inteligente de los mayores.

Era habitual en aquel tiempo tanto en España como en la mayoría de los países de Occidente -la mayor parte de Europa, América de norte a sur, y Oceanía-, que personas de ambos géneros nos relacionásemos a diario en los centros educativos, en el ámbito familiar, en los barrios, en las zonas de juego… Había flexibilidad y libertad en esas relaciones presididas normalmente por el respeto mutuo, la espontaneidad y hasta el aprendizaje recíproco con la atenta mirada de las generaciones mayores -abuelos, padres, vecinos, maestros…- No eran relaciones perfectas, pero sí sólidas y con la flexibilidad propia del Junco y, por tanto, era posible seguir mejorándolas, aspirar a que entre unos y otras aspirásemos a perfeccionarlas. Recuerdo mi admiración por mis compañeras de estudios o de juegos, también por mis maestras u otras mujeres mayores estimables con quienes me relacionaba. Hecha esta acotación personal, prosigo.

En la etapa de la adolescencia, que coincidió con el final de los años ochenta y principios de los noventa, esas relaciones de amistad entre hombres y mujeres sufrieron una serie de hechos que las comenzaron a resquebrajar. ¿Cuáles fueron os preguntaréis queridos lectores?

Para responder a esta pregunta es necesario hacer varios matices, empezando por distinguir cómo vivían esta circunstancia las diferentes generaciones. En primer lugar, los adolescentes en aquellos años vivíamos la pubertad, el descubrimiento del yo con diversos grados de yoísmo según la actitud y el comportamiento de cada uno. El mirar al otro género con sus diferencias evidentes y otras profundas. Eso generaba las primeras discrepancias, incluso algo desagradable cuando se producían, las primeras acritudes. La falta de una educación sentimental, emocional y de una educación sexual valiosas, respetuosas, han incidido negativamente en que las relaciones entre hombres y mujeres se empobrecieran. Y lo curioso es que había y sigue habiendo maestros que habían desarrollado esos métodos para seguir progresando, para seguir mejorando. En el terreno de la educación sentimental Julián Marías. En el terreno de la educación sexual desde el buen cine a los ensayos maduros sobre el tema.

Se pueden tener puntos de vista distintos, hasta opuestos si me apuran; ahora bien como decía el maestro Julián Marías es clave mantener la concordia en el desacuerdo. ¿Por que os preguntaréis?

Porque frente a adoptar una posición de discordia o enfrentamiento visceral, salvo en situaciones extremas que haberlas haylas y hay que buscar sus causas y responsabilidades, es menester evitar el enfrentamiento por método y sistema, sobre todo cuando éste es evitable. Esa pugna establecida como costumbre cotidiana desde los años ochenta hasta hoy, ha acabado produciendo injusticias que se han manifestado en diversas circunstancias de manera manifiesta: el mundo político, la pareja, las relaciones padres e hijos, los medios de comunicación.

Vemos como, por tanto, la discordia se ha sembrado desde la vida personal e interpersonal a la vida colectiva. Está claro que ha repercutido negativamente a lo público y lo privado, las dos caras complementarias de la vida colectiva.

En segundo lugar, y continuando con las pruebas y los argumentos, constatamos que entre finales de los ochenta y los noventa, la vida en pareja en países como España y en el resto del mundo occidental ha sufrido importantes envites. Se ha visto afectada. Como un grupo de estudiosos de la sociedad encabezado por Manuel Castells atestiguó a principios del siglo XXI, por primera vez en la Historia hay más adultos solteros que con vida en pareja. Aproximadamente el 60% de la población mundial está viviendo sin pareja. Este hecho humano y social es la primera vez que ocurre. Lo importante es preguntarse ¿por qué está ocurriendo? O las personas que no tienen pareja, ¿quiénes quieren volver a convivir en pareja y qué tipo de relación están dispuestas a construir?

Que una relación pasada en pareja haya salido mal no quiere decir que la siguiente también se desarrolle y concluya de igual manera. Es necesario querer aprender de los errores cometidos. Es importante saber perdonar y perdonarse. A continuación resulta clave darse la oportunidad y darla al otro. La catarsis emocional es imprescindible para que ello sea posible.

Resulta significativo que durante los años ochenta y noventa, incluso en algunos países occidentales como España, durante la primera década del siglo XXI, hayan gobernados partidos que se presentaban como garantes de valores cívicos que son y tienen que ser universales, y que sin embargo en el día a día con sus actuaciones y sus no acciones han promovido en las circunstancias pública y privada lo opuesto a lo que esos valores cívicos implican. Desde el maniqueísmo en los medios de comunicación públicos y privados -salvo honrosas y ejemplares excepciones- se han presentado a la opinión pública como los garantes de esos valores. La realidad pasada y presente muestra que no lo han sido. La ciudadanía, cualquier persona, para bien de todos y cada uno ha de seguir planteándose lo necesario que es que cada uno asuma sus responsabilidades y las comparta cuando son relaciones que implica a dos o a más. Y no dejar que otros u otras instituciones te marquen un sendero para mal o por el camino erróneo.

¿Qué consecuencias tiene eso para nuestro día a día? ¿Quiénes nos estamos viendo afectados?

Para ir concluyendo esta reflexión inicial, voy a presentaros situaciones dadas tras conversaciones sabrosas e interesantes con dos mujeres. Una de ellas, Salud Minchón, ocupó con consciencia un cargo político. La otra, Laura Guerrero, una profesora de secundaria y bachillerato que se maneja en francés desde niña. Ambas, pertenecientes a la generación histórica que está entre los 43 y los 57 años, me apuntaban como la supuesta liberación de la mujer con sus estudios y trabajos ha sido un timo. Se les ha exigido y exige ser perfectas como estudiantes, profesionales, en el hogar, como parejas, madres, en el ámbito social… Como ellas con inteligencia y sensibilidad vienen observando, hay que romper con ese modelo erróneo e injusto que lleva a que mujeres de otras generaciones mayores o más jóvenes sigan esos patrones de comportamientos y relaciones. Volviendo al origen de esta reflexión, retomemos el Camino de la Filosofía de la Razón Vital e Histórica que permite la Conversación Intergeneracional, como mostraron Ortega, Marías, Zambrano…