Ayer te vi
detrás de una cortina de niebla
y pude dibujar
apenas el boceto
en mi cuaderno.
No sé si podré contártelo algún día.
Quizás con la distancia
adecuada del paso del tiempo.
yo te veía
así todos estuvieran
en la noche.
pérdida
no es exactamente lo que te digo
¿por qué
quién nos otorga el privilegio?
Ayer es un ejemplo viejo del otoño
el viento tiró las hojas, las levantó y las unió
comolas palabras que no crearán ni recrearán aquel deseo
como si el tiempo volviese a ser un remolino.
Ayer es una estela y pequeños universos.
Tuve ese presentimiento y un temblor pequeño.
Doblé las sábanas como si estirase el cielo hasta el cuello
para que me rozase.
No está demás decirlo.
Le sucede a uno algunas veces
cuando atraviesa una población
y las casas iluminadas
le hablan a uno de lo que podría estar sucediendo.
Entonces el pensamiento nos da un rubor
y miramos la carretera con una elegancia
que no oculta cierta satisfacción secreta.
¿Galaxias?
Sí, crucé el Guadalquivir por varios puentes de la ciudad
como quien hace varias preguntas rápidas para llenar el vacío
y encuentra una respuesta
que se pierde en un laberinto
una piedra blanca y lavada en la ribera
y una pareja echada en la arena de los presentimientos
mirándose a los ojos con una educación desmedida.
Con nosotros tenemos los nombres
las clasificaciones
y ciertas certezas vanas
pero siempre hay más...
A ratos siento eso
y es como si bebiese litro y medio de agua fresca
y me llenara como un globo que se acerca
a la acacia de tres espinas que divide el jardín.
Usted
ese
este
aquel
dentro o fuera de la verja.
Pero de pronto una hojita de hierba
una gata negra que entra en el parterre de las plantas mediterráneas
un mirlo que pasa a saltitos por si acaso
alguien sonríe
abre esta carta y no sabe qué decir.
La noche se oscurece.
David González Lobo: Dulcamara y otros poemas