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Un lugar para disfrutar de la vida
Una filosofía futuriza
2014/06/18

Dolores Franco, la esposa de Julián Marías.

Nieves Gómez

                                                        Dedicado a todos los Lectores de JM

Han pasado 100 años, ¡100!, desde aquel 17 de junio en el que esa innovación radical de la realidad llamada Julián Marías apareció en este rincón del mundo, más exactamente en la vallisoletana calle Colmenares, junto al coqueto Campo Grande y muy cerca de la casa donde vivió otro escritor español pura sangre, de nombre Miguel.

La filosofía, como describirá con el correr de los días, es la visión responsable. Pero de momento ese niño de ojos azules los abre bien para que las impresiones de la circunstancia vayan empapando a su pequeño yo, siendo primero visión.

¿Y cuál es su circunstancia? La más próxima, su instalación corpórea, la lengua que pronto empieza a descifrar él solito, el amor de complacencia de sus padres, la camaradería de su hermano, el Valladolid de Jorge Guillén, de Miguel Delibes, de Rosa Chacel.

Más lejos, allá en la capital, la filosofía española está despertando, con una nueva metafísica que está hilvanando con muy buen humor un joven catedrático llamado Ortega y Gasset, mientras una chiquilla de año y medio y ojos oscuros y vivos corretea divertida por la Puerta del Sol cuando su madre pronuncia su nombre con meloso acento cubano.

Y más lejos, la Guerra Europea asola el continente a la par que Estados Unidos crece a pasos agigantados, en rascacielos, en recursos y en ideas, y va asumiendo su papel de nación joven.

Una vida presente, cuya lectura es totalmente aconsejable en este año, ha mostrado a la perfección cómo se han ido desarrollando e intensificando las trayectorias de esta persona concreta, reflejo finito de la infinitud, hasta llegar al 2005, el año de su muerte: alumno y amigo de Ortega y Gasset, discípulo de los mejores filósofos de la Escuela de Madrid, autor de una nutrida lista de libros de pensamiento riguroso y creativo, excelente amigo de sus amigas, marido enamorado hasta la médula de su mujer desde el principio hasta el final, padre de cinco hijos, profesor en América y escritor en todas partes. A partir de la Transición, pensador en parte reconocido, senador por designación real, español universal.

Al ser mirada con la perspectiva que dan los años, su poliédrica figura brilla por todos sus lados como si fuera un diamante de muchos quilates.

Si hay un asunto filosófico del que Marías es un ejemplo extraordinario, es uno de larga trayectoria filosófica, desde el anciano Aristóteles: la felicidad.

Marías la ha definido como el imposible necesario, haciendo de su vida una fuente -la persona es manante- de esa instalación proyectiva para todos los que hemos tenido contacto con él y su filosofía.

Una filosofía que se ha hecho diálogo, desde sus primeros escritos a los 19 años en los Cuadernos de la Facultad de Filosofía y Letras a los últimos, ya con 91 -en una curiosa inversión numérica, que resume toda una vida de escritor-; una filosofía que no ha soslayado ninguna de las cuestiones fundamentales y que constituye una prolongación de la metafísica de la razón vital y de la centralidad de la persona, aprendidas de sus maestros Ortega y Unamuno.

Precisamente la cuestión de la persona ha sido un foco de constante atención de Marías, y más intensamente cuanto mayores han sido y son los peligros de despersonalización que nos acechan; así lo avalan sus excelentes obras Antropología metafísica, Mapa del mundo personal, Persona, Breve tratado de la ilusión, La mujer en el siglo XX, La mujer y su sombra, La felicidad humana, llegando a constituir una Metafísica de la persona, en palabras de su discípulo Francesco de Nigris, una asignatura que debería enseñarse en todos los centros de educación.

El pensador ha señalado que la persona es un quién, cuyo rostro, que es fachada, está proyectado hacia adelante, es decir, hacia el futuro, por lo que esta inclusión de la irrealidad en la persona nos obliga a rehacer toda la antropología.

Ciertamente, Marías ha mostrado y demostrado que la persona es futuriza. Pero en nuestras manos está que su filosofía también lo sea.