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José Manuel González de la Cuesta: “Antonio Machado amó la vida por encima de todo”
2014/03/14

Manuel Carmona Rodríguez

Tiene el gusto Rick´s Café de sentarse a escuchar al novelista José Manuel González de la Cuesta por la publicación de su novela Nunca seremos los mismos (Unaria Ediciones). Estamos ante uno de esos novelistas por vocación, que además ha tenido la alegría de ser finalista del Premio Fernando Lara en 2010 por su obra Larga tormenta de otoño.

En Nunca seremos los mismos, a través de una persona corriente, Manuel Murillo nos retrata cómo fueron los últimos meses de la II República en España con el final de la Guerra Civil, y la relación de este personaje ficticio con Antonio Machado, su madre Ana Ruiz y otros tipos relevantes de aquel tiempo. El poeta español universal y su madre que morirían días después en Collioure, quedando retratados esos momentos de manera magistral.

Como José Manuel González de la Cuesta nos apunta a lo largo de la entrevista, ha recurrido a la intrahistoria unamuniana para conocer a fondo cómo se gestaron aquellos malditos acontecimientos y cómo afecto a todas las personas que se vieron envueltas en ellos.

José Manuel González Cuesta brindando con su editora Amelia Díaz Benlliure.

Por qué has diferenciado entre personajes de ficción y reales en la presentación previa de la novela.

Son demasiados personajes y no quería generar confusión en el lector. Los personajes reales son un pretexto para profundizar en una historia que es puramente de ficción, pero que cuenta un momento crítico para miles de personas que tuvieron que abandonar España a la fuerza.

Qué hay de verdad en que el cáliz de oro que Manuel ha robado a un obispo, era propiedad de éste y no de la Iglesia.

La verdad es que el Cáliz Tassilo existe. Fue un regalo de boda para el duque Tassilo III de Baviera, que se casó en el año 760. En la actualidad se encuentra en la Abadía de Kremsmünster en Austria. Hasta ahí lo real. Lo demás es una historia ficticia para darle contenido al papel del cáliz en la novela. Por supuesto la copia del cáliz no existe, que yo sepa. Pero la magia de la novela es poder inventar, dar vida, crear cosas, situaciones o personajes que resulten verosímiles en la narración.

En cuanto a la propiedad del cáliz por parte del obispo, es una cosa normal. El clero ha tenido siempre bienes propios que se podían testar como tales. En este caso la copia del Cáliz Tassilo es un regalo personal de Felipe II a Martín Terrer de Valenzuela, en reconocimiento a su participación como hombre del rey en las Cortes de Tarazona (1592), cuando fue nombrado obispo de Albarracín en 1593, pasando en 1596 a ocupar el obispado de Teruel. Por tanto no pertenece a los bienes de la Iglesia, y es el propio Martín Ferrer el que deja escrito en su testamento que debe pasar de obispo en obispo a la muerte de cada uno de ellos. Pero claro, salvo los datos y nombres históricos, todo lo demás es ficción de la novela.

En una de las primeras páginas de la novela, a través del personaje de Manuel señalas: sabía que aquella mujer sería suya, por encima de la guerra, los fascistas y todos los comunistas del mundo. ¿Qué lección para nuestro tiempo podemos extraer de aquella realidad tan dicotómica como la que han vendido los propagandistas políticos desde 1978 hasta hoy?

Aquella realidad dicotómica, como tú bien expresas, fue un ajuste de cuentas brutal, como lo son todas las guerras civiles, producto de odios acumulados durante generaciones entre una clase que acumulaba riquezas y poder, y otra que había sufrido el desprecio y la explotación de aquellos.

La frase de Manuel Murillo, es un canto al amor, a la fuerza que tienen los sentimientos frente a la barbarie que estaba viviendo. Y no es una frase menor en aquellos momentos de rivalidades ideológicas que destruyeron familias enteras. Manuel vive el drama de la guerra en primera persona y ve en el amor que acaba de descubrir un asidero que le humaniza.

La historia nos da lecciones. Quizá la de la Guerra Civil, en 1978, fue la de que nunca más se volviera a repetir, por eso dos bandos irreconciliables durante más de cuarenta años, pudieron diseñar el camino de la democracia. Hoy a treinta años vista nos damos cuenta de las imperfecciones y las claudicaciones de la Transición. Pero en aquel momento, quizá se hizo todo lo que se puedo, desde la perspectiva de no volver a sufrir un enfrentamiento entre españoles. Pienso que la crítica actual de cómo fue la Transición es injusta, sobre todo por muchos de quienes no la vivieron y trasladan las condiciones actuales de la sociedad española al año 1978. Lo que no quita para pensar, yo lo pienso, que el modelo constitucional surgido de la Transición está agotado y hay que sustituirlo por otro que atienda a las necesidades de la sociedad española del siglo XXI.

Analizando la vida de Antonio Machado a partir de su poema caminante no hay camino… y las ciudades en las que vivió y transitó (Sevilla, Madrid, Soria, Baeza, Valencia, Barcelona y Collioure). Describe a los lectores de Rick´s Café la melancolía que sintió en los últimos días de su vida.

Lo he intentado reflejar en la novela. Los últimos días de Machado, por lo que cuentan las crónicas, fueron muy tristes. A la enfermedad de su madre que, por azar del destino murió tres días después de él, se le unió la sensación de pérdida que sufrió cuando tuvo que abandonar España y, quizá, un sentimiento de traición hacia los que se quedaban le rondaba por la cabeza: Yo debería quedarme –dijo de repente dirigiéndose a Manuel–. A mí ya la vida me puede ofrecer poco, pero ellos… –señalaba con el dedo más allá de los cristales– son la fuerza que tiene que restituir la libertad en este país, hacer que la República no caiga en el olvido y la ignominia (Pág. 56).

Mientras en Can Santamaría el grupo de intelectuales y prohombres de la ciencia que abandonó con él España, fantaseaban con la posibilidad de que las cosas se enderezaran y, al final la República ganara la guerra, él estaba ausente y poco comunicativo, a pesar de haber sido un hombre muy dado a la tertulia, con un humor muy fino y sarcástico. Su mente ya había empezado a cruzar el río Aqueronte en un viaje sin billete de vuelta. Tardó un mes en morir. Treinta días desde que se subió al coche oficial en Torre Castañer, la madrugada del 22 de Enero, y su muerte el 22 de Febrero. Su derrota no solamente fue política, también se hundió en la tristeza espiritual y una fuerte desolación anímica.

En la novela, para reflejar todo esto, he utilizado el recurso de unir ese último viaje de Antonio Machado a un personaje de ficción, y no uno cualquiera, en este caso es Manuel Murillo, el personaje principal de toda la narración. Es un recurso, no nuevo, que me ha permitido penetrar, desde la ficción, en el estado de ánimo de sus últimos días. Aunque todavía tengo dudas de si lo he llegado a conseguir.

Cómo reasimiló Manuel Machado la muerte de Antonio y de su madre Ana.

Yo no tengo mucha información a este respecto. Tampoco he indagado al respecto, puesto que no tiene valor para la novela. Sé que se enteró por la prensa francesa que se recibía en la Oficina de Propaganda de Burgos y viajó a Collioure en un coche oficial. Su estancia fue breve y, quizá, tensa con su hermano José, si es que llegó a producirse encuentro alguno. Lo cierto es que ni José ni Manuel hablaron de ello nunca. ¿En qué manera le afecto? Cabe esperar que bastante, pues con Antonio le unía un vínculo cultural, como dramaturgos y poetas, que iba más allá de lo fraterno, y doña Ana era su madre a la que siempre amó. Los Machado también sufrieron el desgarro familiar de la guerra. En cualquier caso antes de su muerte en 1945 escribió un bello poema titulado Ecos, de recuerdo a su hermano que acaba con estos versos:

Mi Sevilla infantil ¡tan sevillana!

¡cuál muerde el tiempo tu memoria en vano!

¡Tan nuestra! Aviva tu recuerdo, hermano,

no sabemos de quién va a ser mañana.

En un momento de la novela, se critica la no intervención de Gran Bretaña y Francia en defensa de la España legalmente constituida. Dos cuestiones, la primera, ¿qué análisis haces de la paradoja que vivieron esos dos países que unos meses después de terminar la Guerra Civil española, tuvieron que esperar a la entrada de los EEUU para ganar la guerra?

Machado ya criticó este comportamiento de no intervención de Francia y Gran Bretaña en un artículo publicado en La Vanguardia a principios de Enero de 1939. Fue una actitud vergonzosa y timorata ante Hitler que tuvo mucho que ver con las invocaciones a la revolución que se hacían desde los grupos anarquistas por un lado y comunistas por otro. Pero, en definitiva, abandonaron al gobierno legalmente constituido de la República siguiendo intereses de nacionalismos impregnados por el miedo y lo pagaron caro. Al abandonar a España a su suerte la guerra se convirtió en un banco de pruebas de la aviación alemana e italiana, que no dudaron en responder a la llamada de Franco en su ayuda.

Resulta inverosímil que las democracias siempre se hayan mostrado a la defensiva frente a los totalitarismos, quizá por el miedo de las élites capitalistas a movimientos revolucionarios que les desalojen del poder. Por ello Francia y Gran Bretaña se inhibieron de socorrer a la República, lo que dio alas al nazismo y puso en peligro de caer bajo los nazis a toda Europa occidental. En cuanto a la entrada de EE.UU. fue determinante para la derrota de Hitler, pero no en exclusiva, si no hubiera sido por el fracaso de la Wehrmacht en territorio de la URSS y el avance por la Europa del Este de las tropas soviéticas, Hitler no habría caído, o la guerra habría durado muchísimo más.

La segunda, en nuestro tiempo muchos gobiernos, partidos en la oposición, sindicatos mayoritarios y financieros, además de un sector de la población cómplice, se han quitado de en medio frente a las penurias e injusticias actuales. ¿Qué les deparará el futuro cercano y la Historia a todos ellos?

Hablar de futuro es un tema complicado y muy dado a las elucubraciones, que suelen tener siempre mucho que ver con nuestra forma de ser, nuestro estado de ánimo o nuestros deseos. Lo que no significa que no haya que trabajar para mejorar la realidad circundante y la venidera y, en España, el sistema que surgió de la Transición y nos ha dado treinta años de democracia está haciendo aguas por su incapacidad de renovarse y dar respuesta a la nueva situación generada por la crisis económica y política. El divorcio entre sociedad y política es patente, incluso para los militantes de los propios partidos. Pero tampoco caigamos en vacuidades que meten a todo el mundo en el mismo saco. Ni todos los partidos son iguales, ni todos los políticos son iguales, ni todas las personas son iguales. Para empezar sería bueno que separáramos el trigo de la paja. Fundamentalmente para no cometer errores. Si se reclama una nueva etapa política y ser parte de un error, costará mucho enderezar la situación. Pero esa nueva etapa hace falta y urgentemente. Y defiendo que la sociedad española debe encaminarse hacia un nuevo periodo constituyente, que elabore una nueva Constitución acorde con los tiempos actuales y la sociedad del siglo XXI.

¿Cómo tratará la Historia a las instituciones actuales?

Pues eso va a depender de quién escriba la Historia. Pero si se hace con rigor científico y análisis no subsidiario del poder, se reconocerá que la Transición fue un hito en la Historia de España y que eso se debió a partidos, agentes sociales, instituciones y sociedad civil en su conjunto que tenía claro cuál era su objetivo, que no era otro que una España democrática. Ahora bien, a aquellos que no sepan adaptarse a los tiempos nuevos y se aferren a un poder caduco y enfrentado a la sociedad, la Historia les pasará por encima sin contemplaciones. No hay nada eterno.

Una cuestión muy personal, qué sientes cuando lees la poesía de Antonio Machado.

Lo que siento es una emoción que llega al centro de mis sentimientos. Antonio Machado fue el poeta de mi juventud, junto a otros como Miguel Hernández, Lorca, Alberti o Salinas. Pero él destacó sobre todos con una luz propia, que iba más allá de la luz generacional del 27. Lo bueno de todo es que todavía me dura esa emoción, y que con los años, conforme he ido conociendo, no sólo al poeta, sino también a la persona, mi admiración por él ha ido en aumento. Su grandeza poética es de tal envergadura que siendo ya una persona al borde de la muerte, sin ánimo para vivir, escribió: Estos días azules y este sol de la infancia. Toda una declaración, que se encontró su hermano José en el bolsillo del gabán del poeta muerto, que nos hace ver que Antonio Machado amó la vida por encima de todo.

Qué reflexiones para la vida extraes al ver como un pueblo, desde sus políticos gobernantes hasta un chófer o una ama de casa, tienen que abandonar su país por la derrota de la guerra.

De mucha pena. La guerra vuelve a los humanos en seres desnortados, con la razón perdida por los sumideros del fanatismo. La Guerra Civil Española fue una contienda brutal entre hermanos, vecinos, paisanos y amigos, en donde sólo se veían las razones ideológicas para concederle el derecho a vivir a una persona. El exilio es la máxima expresión del odio de los vencedores hacia los vencidos. Nadie debería tener que someterse a esa tortura de desarraigo. Pero, desgraciadamente, hay muchas formas de exilio, en la actualidad lo estamos viendo con el fenómeno de la inmigración/emigración, que está desplazando de su país a muchos seres humanos por motivos de supervivencia.

Describe a los lectores de Rick´s Café las emociones de Violant y su esposo que han perdido a su único hijo.

Perder a un hijo es una pérdida irreparable, pero si además la pérdida se produce en una guerra, el desconsuelo es mayor, porque las guerras son irracionales y sólo interesan a las élites del poder, para preservar su posición. Los demás somos carne de cañón, para morir al servicio de esas élites, en nombre de palabras tan huecas como la patria, el honor, la religión o el nacionalismo. Violant y su esposo sentían que algo ajeno a su dura vida de montañeses les había arrebatado a su hijo que, aparte del amor que sintieran por él, formaba parte de su futuro vital.

Por qué la guerra es esperpéntica.

Por eso. Porque es un invento que sólo sirve para la autodestrucción y la muerte, para mayor gloria de las élites del poder. Es esperpéntico.

Cuáles son los esperpentos de nuestro tiempo.

Hay muchos, porque sigue habiendo guerras, hambre, pobreza, desigualdad, xenofobia, destrucción del medio ambiente. Fíjate si hay. Ahora mismo en España, la brecha social y económica que está provocando la política neocapitalista del gobierno actual.

Qué tienen mujeres como Ana Ruiz, doña Dolores y Marga que son capaces de aguantar con dignidad y estoicismo la derrota de una guerra.

En el caso de doña Ana y doña Dolores, quizá la edad, que ya no reserva energías para ver tanta destrucción. Marga no creo que se lo tome con estoicismo, más bien al contrario, lucha por su amor a Rodrigo, y por defender la libertad.

Sobre qué te gustaría hablar que no hayamos hablado.

Hemos hablado de muchas cosas, y he de felicitarte por ello, por lo bien que has sabido conducir la entrevista. Quizá queda pendiente la destrucción de la identidad que supone el exilio, hasta el punto de no volver a ser ya nunca los mismos.

Por último me gustaría hacer hincapié en el valor de la novela para contar la intrahistoria de los acontecimientos. La manera que tienen las personas normales de vivir sucesos o momentos históricos. Ese punto de vista me interesa mucho, y la ficción de la novela da mucho juego. Y no estoy hablando de novela histórica, sino de personajes que viven anónimamente la historia.