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Cuidando tu medio ambiente: Reducir, reutilizar y reciclar
2016/02/01

 

Lozanita Ozores

Tengo una amiga que afirma sin titubear que todo el mundo debería divorciarse una vez en la vida, y estoy de acuerdo: es una oportunidad para hacer limpieza en el medio ambiente personal. Es tiempo de dejar que entre un vendaval de aire fresco que ventile tus habitaciones; toca levantar las alfombras y deshacerse de todo lo que se había escondido debajo de ellas; hay que reubicar los muebles. Es uno de esos momentos en que la vida te da un bofetón en la cara y te zarandea para que mires alrededor, te sitúes y te encuentres, quizá por primera vez, contigo misma ; ver qué yo quieres ser se convierte en tu mejor proyecto, personal e intransferible. Irrepetible. No te faltarán consejos, casi siempre bien intencionados, muchas recomendaciones de amigas y amigos que se separaron antes que tú. Apóyate en ellos, sí, pero tómate tu tiempo para diseñar tu propio camino, para que sea respetuoso con tu medio ambiente.

Reducir será tu primera tarea: hay que vaciar esa mochila que pesa tanto al principio, por lo que debes quitarle todo el lastre de negatividad y rabia. Cuando a uno lo han divorciado, es muy tentador alicatarse en ese bucle de qué malo ha sido mi ex, continuando con cómo pudiste hacerme esto a mí, yo que te hubiese querido hasta el fin, sé que te arrepentirás –ya lo dijo Alaska con mucho más ritmo. Pero no hay que olvidar que ese personaje de la eterna agraviada por siempre jamás no es bueno para el cutis, deja unas arrugas en las comisuras de los labios y en el alma que no entienden de bótox. Huye de las personas que te hacen acolcharte en una queja interminable, escápate de aquellos que siempre tienen en la boca la frase huy, pues lo mío es peor. Pues solo nos faltaba abrir la veda para competir en ver quién la tiene más grande… la pena. Qué horror. Porque hay a quienes les gusta regodearse en lo desgraciaditos que son y en lo cruel que ha sido la vida con ellos. Frente a esos quejicas oscuros y tan cansinos, siempre es una inversión rentable rodearse de gente alegre, positiva y con sentido del humor, creedme: os lo dice una ex-pesimista rehabilitada, que lo ha comprobado en risa propia.

Antes de meterse en harina y de amasarse en una nueva receta –vaya, la dieta me hace estragos en las metáforas-, revisemos los ingredientes. Tenemos el fondo de despensa, nuestras virtudes y defectos, esos que conocemos bien –y si no, ya ha llegado el momento de empezar a mirarnos. Reutiliza esos aspectos de tu personalidad que te hacen sentir bien, aquellos por los que te caes genial. Gústate, antes que nadie, a ti misma, porque de tu personita nunca te vas a poder librar, así que lo mejor será llevarse bien con tu mismidad. Mírate al espejo y apréciate, regálate un piropo, busca tu mejor perfil, hazte selfies si eso te sirve para curar tu autoestima, ponte guapa aunque solo sea para comprar el pan en la tienda de la esquina. 

Además de esos básicos de la alacena, la receta requiere a veces ese ingrediente que siempre se te olvida cuando vas al supermercado del barrio: ese amigo que siempre te tiró los trastos y que ahora, consciente de tu necesitada situación sentimental, está dispuestísimo a colaborar en tu terapia para ayudarte a rehacer tu vida. Qué curiosa resulta esta expresión: todo el mundo la asocia a volver a encontrar una pareja, cuando una rehace su vida desde el primer minuto en que tira para adelante, tras la explosión y la onda expansiva asociada que supone un divorcio… y es bastante frecuente que eso lo haga solita, sin perro que le ladre. Después de los básicos, están los ingredientes exóticos, esos que solo encuentras en tiendas gourmet, en los ultramarinos finos de barrios de campanillas. Nunca pensaste en cocinar con ellos, pero de repente le dan un toque sorprendente e inusual a ese plato que te estás preparando.  Atrévete con las especias y con el picante: cambiarás el paladar y descubrirás todo un universo de sabores. Además, aunque estés reutilizando los ingredientes tradicionales, en la fusión de lo antiguo y lo nuevo será donde surja un plato más creativo y original: no lo dudes, cómetelo, rebaña el plato y no te olvides de mojar pan en la salsa.

Ligeros de lastre y queriéndonos, llega el momento de reciclar. Convertir el yo antiguo en un yo nuevo. Empieza por redecorarte: cambia el corte o el color de tu pelo, atrévete con otro estilo de ropa, tunéate con complementos que te pinten de colores por fuera y, sobre todo, por dentro. En esta etapa de renovación estética, sé indulgente con tus impulsos, tan irracionales como humanos: cinco años después aún duermen en su caja, flamantes y con suelas vírgenes, unos botines de tacón de aguja que me compré vaya-usté-a-saber-por-qué, preciosos pero totalmente opuestos al tipo de calzado que yo uso. Que le des un aire nuevo a tu estilo de ropa y a tu forma de arreglarte no va a convertirte en otra diferente porque al final siempre eres tú, pero sí te ayudará a descubrirte con una mirada nueva. Ya tuneada, toca poner a punto el motor: por encima de todo, REINVÉNTATE. Descubre cuántas mujeres hay dentro de ti, como en esas muñecas rusas que se abren y guardan dos, tres, cuatro… Volverás a recuperar aficiones que dejaste de lado –a veces por la familia, a veces no sabes por qué o por quién, pero las abandonaste-; retomarás antiguas amistades, harás muchas nuevas, y todo hará que te conozcas más y mejor. A veces, te extrañarás a ti misma al desvelar partes de ti cuya existencia ni sospechabas: como en la restauración de una pintura, la limpieza siempre saca sorpresas a la luz. Quizá no te reconozcas, o quizá sí, pero de todos modos acabarás entendiendo que nunca es tarde para enfrentarte con tu yo más auténtico.

Y llegará un día en el que mires hacia atrás solo para darte cuenta de lo sabia que te has hecho con el tiempo recorrido, con las experiencias que has atesorado; ese día descubrirás que el destino final de tu camino no era –¡quién te lo iba a decir!- lo verdaderamente importante… porque lo realmente crucial era el propio camino.

Dejadme nacer, que me tengo que inventar, para hacerme pez empecé por las espinas (Fito y los Fitipaldis).